El 10 de agosto a las seis de la tarde, de forma programada se realiza en la basílica de Santa María la Prova de l’Àngel como parte integrante de las representaciones del Misteri a desarrollar en los siguientes días de la representación, se escenifica con el propósito de ensayo y sobretodo de que los niños prueben su aguante a las alturas, subiéndose a los aparatos aéreos que los elevan y bajan de las alturas, hacia la cúpula del templo.

En todo el trayecto de subida y bajada los niños han de interpretar las partituras del Consueta del Misteri, cantando.

Al tiempo que los niños prueban el escenario y la voz, el resto de actores de la obra teatral también prueban sus voces y ensayan las partes de la partitura musical que les toca interpretar.

Hubo un tiempo, hasta comienzos de los años cincuenta del pasado siglo, en que la Prova de l’Àngel era una auténtica batalla campal, protagonizada por las conyetes (membrillos) que los niños llevaban al templo para saciar su sed ante el calor estival, y que a la vez se tiraban unos a otros y, sobre todo, al que bajaba en la mangrana. “Pasaban las “coñetas” por en medio de las alas, rememora Vicente Quiles, responsable de la tramoya alta, que hizo de ángel en esa época. “Las tiraban desde los balcones”. Aquello era la guerra, don José Ródenas, arcipreste de Santa María, por el andador, gritando: ‘¡Bárbaros, bárbaros!’, y la policía y la guardia civil escarbando los bolsillos de los chiquillos, para que no las entraran”.

Crónica: A24/AFPRESS

 

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