- Investigadores de la UMH se unen a un llamamiento en la revista Science para proteger la biodiversidad en España frente a las renovables
Las energías renovables son necesarias, pero su coexistencia con la biodiversidad requiere una planificación ambiciosa y buenas prácticas en los procesos de evaluación ambiental. Esta es una de las conclusiones presentadas en la revista Science por un grupo de expertos españoles, entre los que se encuentran varios investigadores de la Universidad Miguel Hernández (UMH). En el comunicado, en forma de carta a la revista, advierten que la actual expansión de energías renovables supone la ocupación de áreas esteparias y montañosas de alto valor ecológico donde viven especies de aves y murciélagos protegidos.
En el artículo, veintitrés científicos expertos en conservación de aves y murciélagos, entre ellos, los investigadores del grupo Ecología y Conservación de la Biodiversidad de la UMH José Antonio Sánchez Zapata y Juan Manuel Pérez García, alertan de que el actual proceso acelerado y desordenado de expansión de las energías solar y eólica puede acabar produciendo daños irreversibles sobre la biodiversidad española. De no abordar de forma inmediata los problemas asociados a la implementación de renovables, escriben los expertos, la transición energética tendrá el dudoso privilegio de ser recordada no sólo por el cambio de modelo energético, sino por poner en jaque algunos de los valores naturales únicos de este país.
Según concluyen los firmantes, es necesario un mayor impulso de políticas que apuesten por la eficiencia, el autoconsumo y el ahorro energéticos. Esto minimizaría el impacto de la transición energética sobre algunos de nuestros valores naturales más singulares, sensibles y amenazados.
Según explica el grupo de expertos, los proyectos afectarán a centenares de miles de hectáreas, suelos baratos, mayormente áreas agrícolas marginales de cereal extensivo de secano o áreas de media montaña, con alto valor ecológico. Los proyectos fotovoltaicos, que ocupan zonas llanas, pueden comprometer la viabilidad de poblaciones de aves esteparias ya gravemente amenazadas en España. Estas poblaciones se encuentran mayoritariamente en áreas no amparadas por la Red Natura 2000, por lo que no existen herramientas legales que permitan blindarlas ante el avance de macro-proyectos energéticos.
Por otra parte, los investigadores apuntan que la mortalidad en parques eólicos mal planificados y construidos en áreas donde existen grandes aves planeadoras pueden acarrear la muerte de miles de ejemplares y poner en riesgo sus poblaciones. Para las especies sobre las que existe información mínimamente adecuada, como el buitre leonado, el investigador de la UMH Juan Manuel Pérez García apunta que la mortalidad anual en parques eólicos españoles puede acercarse al millar de ejemplares. Muchas otras especies, algunas amenazadas, mueren también en parques eólicos, pero es difícil conocer la magnitud real del problema porque los seguimientos son a menudo deficientes. Se estima que un mínimo de 200.000 murciélagos muere cada año en estas instalaciones. El impacto que puede tener la pérdida de estas especies en los servicios ecosistémicos que prestan a las sociedades humanas puede ser muy importante.
Según la publicación, los efectos negativos nacen de una mala planificación y protocolos de seguimiento, a menudo basados en información sin actualizar y no contrastada científicamente, generados por las empresas beneficiarias de los proyectos. Por otro lado, los sistemas disuasorios de aves y murciélagos se han demostrado de dudosa efectividad. Los investigadores destacan que hoy por hoy lo más efectivo es evitar ubicaciones en áreas de alta biodiversidad y realizar paradas de turbinas cuando se detecten altas mortalidades.
Los firmantes de esta carta destacan su apoyo firme a las energías renovables, pero abogan por un proceso más planificado y racional, sin malas prácticas como el fraccionamiento de proyectos, y basado en el conocimiento técnico y científico generado con independencia de empresas y promotores. También, abogan por un compromiso con políticas energéticas más distribuidas y descentralizadas, con eficiencia, gestión de la demanda y ahorro de energía, que reducirían los impactos ambientales directos sobre la biodiversidad.
En el escrito, los científicos instan a las administraciones estatal y autonómicas, responsables de gestión del territorio y de la biodiversidad, a tomar conciencia de los enormes problemas de conservación asociados a la forma en que se están haciendo las cosas, que hay que corregir de inmediato si de verdad se quiere que estas energías sean más verdes que grises.